Tuve la suerte de conocer a Stefano Cirillo hace unos meses atrás. Digo “la suerte”, porque fue un breve encuentro que me dejó especialmente contenta, ya que, siendo una persona importante en el desarrollo de la terapia familiar en el mundo, él mostró cualidades que para mí son muy significativas, como mucha sencillez y a la vez generosidad con sus conocimientos y su espacio de trabajo.
Su presencia en las Quintas Jornadas me parece, por ende, muy valiosa. Es por ello que quiero resaltar algunos aspectos de su trabajo terapéutico, plasmado en diversos artículos, que me resultan importantes.
- La incorporación de una perspectiva trigeneracional al trabajo con el síntoma, no sólo para su comprensión, sino como una herramienta terapéutica eficaz. Esta visión permite aliviar el peso de las responsabilidades individuales, generando colaboración en un clima constructivo entre padres e hijos.
- El trabajo con la familia se puede realizar aunque no sea posible que toda ésta asista. La perspectiva sistémica se puede mantener aunque esté presente sólo una parte del grupo familiar o el individuo solo. Dentro de esta visión hay algunas configuraciones particularmente provechosas, como por ejemplo el trabajar con el grupo de hermanos: muchas veces los padres intervienen en la paridad propia de la fratría, calificando a algunos hijos como “buenos” y al paciente índice como “malo” (en el caso de las adicciones esto es particularmente visible). El trabajo con el subsistema fraterno, entonces, a menudo consigue compensar algunas necesidades de pertenencia, intimidad y cooperación igualitarias.
- La importancia de tener en cuenta y trabajar con el contexto (“el contexto da sentido a la relación” decía Mara Selvini, y es un eje del trabajo de Cirillo), así como con los recursos de la familia.
- La necesidad de claridad y trasparencia en el trabajo terapéutico, especialmente cuando se está en contextos psicosociales donde la terapia se intersecta con espacios de coacción. Creo que él ha hecho un aporte muy significativo al trabajo psicosocial, y que da luces para remar en espacios donde la terapia no está sola, haciendo distinciones que convierten ello en una riqueza y no en una atemorizante pérdida de control.
Por todo lo anterior creo que su aporte trasciende al interés que podamos tener por las temáticas específicas que abordará en las Jornadas, esto es las adicciones y las familias maltratantes. Aprender de su mirada es útil para relacionarnos terapéuticamente con una familia, cualquiera sea el sufrimiento que ésta tenga, cualquiera sea su configuración, cualquiera sea su posición en la estructura social. Siempre es un sistema que sufre, en toda su humanidad.
Carla Vidal P.