En estos años de trabajo como departamento psicosocial hemos ido aprendiendo en el encuentro con los equipos de diversos programas sociales. En esta trayectoria hemos podido constatar que se han ido produciendo e instalando consensos relevantes de considerar para ir actualizando nuestro discurso.
Si nos remontamos a unas décadas atrás, la familia casi no existía en los marcos teóricos de los distintos proyectos psicosociales o de salud pública. Sin embargo, en el terreno de la intervención, los equipos se encontraban habitualmente con más familias que lo esperado, a las que percibían muchas veces sólo como factor de riesgo y de perturbación de los logros que cada programa iba teniendo con sus usuarios.
Esto se ha expresado en una tendencia de los sistemas de atención y de soporte social a focalizar en el desarrollo de procesos interventivos individuales con el niño o niña, descartando su contexto relacional. Desde ahí el desafío de articular una mirada del niño como sujeto de derechos con una posición que reconoce y valora sus DERECHOS en RELACION y contexto
Desde ya hace un tiempo, que el discurso de las políticas públicas ha consensuado la necesidad de considerar a las familias como un recurso del sujeto de atención a la hora de diseñar los programas de intervención.
Sin embargo, es en el nivel de las prácticas concretas, en el que se juega la posibilidad de la coherencia de convencimiento teórico. Instalar lógicas respetuosas de colaboración requiere del seguimiento cercano a las acciones que traducen cotidianamente nuestras intenciones. En este marco, los tiempos de los equipos para reflexionar sobre la tarea no son un lujo, y la revisión constante de las arquitecturas programáticas e institucionales que incentivan la instalación de los hábitos que permitan reconocer el valor organizacional del otro, son imprescindibles.
La importancia de tener un modelo:
Es cada vez más claro desde los equipos que para poder mantener una atención preferentemente en la comprensión relacional del mundo de los otros, es posible sólo si es acompañado de mapas teóricos consistentes y una mirada entrenada. Contar con un modelo que permita desarrollar la habilidad para sostener una práctica que logre establecer un dialogo que enriquece y acompaña a esa organización particular en las búsqueda de las adaptaciones necesarias para resolver de un mejor modo las situaciones que los afectan o los desafíos que enfrentan. Esto se traduce en un desafío técnico para las instituciones como la nuestra, en la medida que las políticas públicas se están abriendo al mercado de la oferta de modelos. .
La mirada apreciativa del otro:
De distintas maneras se está discutiendo la importancia de reconocer la fuerza en las prácticas de una mirada experta en déficits y en categorías rotulantes. La lógica de la sospecha, el juicio y lo normativo es un gran obstáculo si pretendemos construir con otros. Es necesario tener y expresar con claridad posturas para abordar concretamente el trabajo con los niños/as y sus familias orientadas a desarmar las etiquetas, y las categorizaciones negativas de las que pueden ser víctimas, los niños, los padres, ,los equipos, las instituciones.,
Una comprensión de la organización actual de la familia como el mejor modo de adaptación a sus circunstancias, contingentes e históricas, permite preguntarse por la articulación de estrategias de intervención que potencien los recursos, identifiquen oportunidades y exploren alternativas. Los diálogos generativos pasan por legitimar la lógica del otro y validar las diferencias.
Lo contextual relacional
Apreciar las relaciones en situación y reconocer los diversos niveles de contextos que están siendo a su vez producidos por esas relaciones resulta fundamental: la familia como sistema relacional, como parte de un sistema comunitario como producto de procesos evolutivos y en evolución, como sistema con recursos para la adaptación y para el cambio; y como sistema multigeneracional (contexto transgeneracional e histórico.)
Muchas veces esta reflexión permite ver cómo la intervención que se realiza necesariamente incluye recursivamente la relación familia institución en esa trama-
Resistir a la fragmentación:
Hacer una invitación a las relaciones colaborativas, promoviendo diálogos que generan la búsqueda de encuentros.
Los programas, al preguntarse por las variables que entran en juego en la constitución de las alianzas, imprescindibles para co-construir sueños y proyectos, se van dando en un marco que explica la dificultad de sostener un trabajo articulado, y una base para instalar y fortalecer los hábitos que se opongan a las espontáneas tendencias fragmentadoras. Sin embargo, a pesar de lo obvio de este diagnóstico, la búsqueda de soluciones se enfrenta a la complejidad del entramado de las políticas públicas.
Facilitar la instalación de modelos y métodos, requiere gestos, es decir, partir por reconocer y aprender de las prácticas que los equipos han desarrollado y que les han resultado útiles en el terreno que conocen mejor que nadie.
El desafío colectivo es construir un modo de hacer, potenciar todo aquello que promueva la confianza, la vinculación y la articulación en los distintos sistemas que participan de la solución de los problemas, en coherencia con un modo de comprender la inclusión y el tejido social.
Constanza Raurich.