Parte I: Los buenos tratos a los niños y niñas bajo condiciones de estrés.
El trabajo con familias en proceso de separación conyugal, nos ha enseñado los efectos del estrés alto y sostenido del conflicto parental en los hijos e hijas. La investigación ha documentado consistentemente esto y entrega evidencia sólida de cómo el estrés afecta el desarrollo socioemocional de los niños, niñas y jóvenes en cualquier contexto familiar y en cualquier etapa del desarrollo, pero particularmente en las etapas en que el cerebro está neurológicamente creciendo en conexiones que permitirán el desarrollo cognitivo. Nuestra experiencia profesional nos sensibiliza a mirar lo que está ocurriendo hoy con los niños y niñas en tiempos de pandemia, hacer una pausa y ofrecer una reflexión que contribuya a visibilizar a los que han sido invisivilizados en una emergencia que los tiene inmersos en un contexto brutalmente tensionado y estresante.
La crisis actual da la oportunidad de hacer esta pausa y mirar cómo habitamos nuestros espacios y relaciones primordiales. La vorágine en la que todos, de un modo u otro estamos inmersos, muestra a ratos lo simple como despojado de sentido, la vida cotidiana como algo tedioso y las relaciones al interior de los hogares, en el encierro, se tornan por momentos desconocidos y una fuente de ansiedad.
Que estos son tiempos excepcionales, todos lo sabemos. Que más tarde que temprano, van a pasar, también. Pero, ¿Cuándo?… nadie sabe. ¿Cuáles serán las consecuencias en el mediano y largo plazo?.. Tampoco. Sabemos que el impacto en la economía de los países y en la vida será enorme. Sabemos que hay recursos -como el teletrabajo, la telemedicina o el delivery en todos los rubros- que llegaron para quedarse. Pero, ¿qué sabemos de lo que ocurrirá en la vida de las familias, las parejas, de los niños y niñas, y adolescentes hoy confinados o medio confinados según sea el momento?. No sabemos. Miremos lo que está ocurriendo hoy a ver si nos ayuda a mirar lo que viene y a tomar medidas que cuiden a nuestras familias para que aprendamos y esos aprendizajes se queden también como recursos para la vida. Después de todo, las familias están y seguirán estando muchas veces sometidas a diversos estreses, más o menos altos y sostenidos, que son los que afectan a todos sus miembros, especialmente a sus hijos e hijas.
Si miramos lo que están viviendo los niños y niños pequeños en esta pandemia con ojos de terapeuta de familias y parejas..¿Qué vemos?. Vemos familias enteras sometidas a un estrés sin precedentes, porque todos estamos viviendo lo mismo, en todas partes, en todo el mundo. Los que cuidan y los que son cuidados, los enfermos y los sanos, los mayores y los pequeños.Todos bajo los efectos implacables del estrés alto y sostenido. Nadie se salva, todos, más o menos afectados, y teniendo las respuestas fisiológicas propias del estrés: activación del sistema nervioso simpático, liberación de catecolaminas, cortisol y encefalina, aumento en la sangre de la glucosa etc. Y, por supuesto, los correlatos emocionales de la respuesta de alarma (insomnio, irritabilidad, desregulación emocional, depresión) adaptación (evasión, consumo de sustancias) y agotamiento (aparición de enfermedades, cansancio físico). El estrés prolongado, aunque silencioso, puede tener efectos devastadores en la mente y en el cuerpo.
La respuesta de nuestro organismo al estrés prolongado nos pone en “modo supervivencia” … huída o ataque. Básicamente, nos expone a comportamientos más impulsivos asociados a la búsqueda de una solución rápida que nos permita salir de los problemas inmediatos. Respondemos como si estuviera en riesgo nuestra propia vida.
Niños y adultos en modo supervivencia. Padres, madres e hijos en modo supervivencia, profesores y alumnos en modo supervivencia. El aumento de la violencia al interior de los hogares en este tiempo es un hecho indiscutido, del cual se habla, pero solo de manera parcial, pues los niños y niñas, grandes olvidados, no han sido mencionados suficientemente como víctimas de esta realidad. Esta vez, no son población vulnerable y no están en el centro. La violencia de género, que se ha disparado, ha concentrado la atención, pero los niños que viven con esas parejas desreguladas y encerradas, son también víctimas invisibles de esa violencia. Los niños aprenden lo que ven. Los malos tratos y los buenos tratos, se aprenden. Por otro lado, padres sobrepasados, exigidos por el sistema escolar “como si” fuese posible continuar con los procesos educativos formales. Sobrepasados por las necesidades económicas, la falta de espacio, el temor a la enfermedad a la cesantía y teniendo que cuidar a niños igualmente sobrepasados por el estrés y el encierro. El contexto actual es terreno fértil para que buenos padres y madres tengan malos tratos con sus hijos.
La violencia simbólica y real, invade todos los espacios y vínculos que los niños habitan, desde lo más macro, como las políticas publicas, en un Chile que aún no cuenta con una ley integral de protección a la infancia que las oriente, pasando por el sistema educativo, que bajo el lema, “evitar que los niños pierdan el año escolar”, somete a estos a la angustia de aprender en condiciones inapropiadas.
La violencia, entendida la mayoría de la veces, solo como agresiones físicas, no logra ser estimada, más aún aquella que no deja huella físicas, la que ocurre tras las puertas cerradas, al interior de los hogares, sin golpes. La dificultad para sostener buenos tratos hacia los niños son la respuesta invisible de un sistema bajo estrés: la ausencia de contención emocional y su invisibilización como sujetos, agentes de deseo y opinión. ¿Cuántos niños han dicho a sus padres en estos días con palabras y conductas que no quieren estudiar en estas condiciones, qué no les resulta, que los agobia?, ¿A cuántos de estos se les ha escuchado y respetado, sin pensar por ello que se sienta un precedente para que nunca más quieran aplicarse al estudio?
Los adultos siempre hemos tenido la función, en cualquier circunstancia, de ser una compañía que ayuda a los niños a entender y elaborar las experiencias y la posible ansiedad que estas conlleven. La mayoría de las veces esto no es un pesar, que implique agobio para los padres. Estos sentimientos sobrevienen cuando comenzamos a vivir en lógicas de alienación, donde aquello que es esencial, deja de serlo y empezamos a vivir una vida descentrada de lo primario, de los vínculos, del encuentro, de cuidarnos y cuidar a quienes nos rodean, de compartir, escucharnos, conocernos y valorarnos. Conectados desde este lugar, recurrir al amor para acoger, regular y sostener a los niños, es una acción que no se lamenta. Pero, hoy esas posibilidades para todos están disminuidas y a ratos, incluso producen un desgaste difícil de sobrellevar. No por falta de recursos personales o emocionales sino más bien por el contexto extremo en el que estamos. Es una realidad, que las condiciones de hoy son alienantes y que las competencias parentales están disminuidas. Las mismas competencias que tienen disminuidas los profesores, los profesionales del sistema de salud..todos.
Los padres y madres hoy están en sus casas en lo que P. Boss denominaría una “presencia ambigua”, es decir, están y no están a la vez. Esa presencia física y mayor o menor ausencia emocional resulta muy difícil de entender para los niños pequeños. Si los padres están en casa, están con ellos o para ellos. Hoy están, tal vez más que nunca, pero tienen que trabajar enfrascados en el computador por horas, hacer las tareas domesticas y ser “profesores” de sus hijos….además de estar permanentemente atentos al cumplimiento de las normas sanitarias. ¿Están y pueden cumplir las funciones emocionales de la parentalidad?. Están y no están. Eso, es muy difícil para todos y aumenta el nivel de estrés, generando dinámicas de escaladas de tensión que en algún punto terminan en conductas desreguladas tanto de niños como de padres y madres.
La idea de la autoregulación, o sea, que los niños y sus padres se logren regular por sí mismos, constituye en un entrampe relacional, pues hace pensar que las necesidades del otro, sea la pareja o los hijos, son una sobrecarga emocional, tal vez habría que pensar en la idea de la corregulación y cómo nos acompañamos y acogemos ante situaciones difíciles. Los niños también nos acompañan, consuelan, nos dan fuerza…
Por último, cómo entender el aprendizaje y el desarrollo del ser …¿Qué pasa si lo diferenciamos del aprendizaje solo académico y lo entendemos más bien como un espacio para experimentar, sentir, cultivar la identidad personal y algunos valores humanistas, universales y cotidianos.? En esta segunda mirada, en el aprendizaje del ser, en la primera infancia el juego libre constituiría una herramienta primordial para estimular la creatividad y la exploración, un camino esencial para nutrir el cerebro en desarrollo. Jung decía que “La creación de algo nuevo no se logra a través del intelecto, sino por el instinto de juego actuando desde una necesidad interior. La mente creativa juega con los objetos que ama”.
Pero, esto es algo que tiene poco espacio en estos días, los niños agotados con tareas y guías escolares interminables, exigencias de aprendizajes sin la contención mínima que requiere un niño pequeño en el ámbito escolar, más allá de las buenas intenciones de colegios y profesores. Al mismo tiempo que tener que aprender destrezas, tienen que aprender nuevas tecnologías …… como si existiese una máxima que impidiera que hagan una pausa para que ellos y sus familias puedan sortear mejor esta ola. Porque cuando la ola es muy grande, no hay que ir de frente, hay que pasarla por debajo…o dejarla que pase por encima. Una vez que pasa, podemos volver a retomar los esfuerzos y seguir avanzando.
La exigencia descontextualizada en un mal trato y tal vez como padres y terapeutas podemos ayudar a los padres a ser protagonistas del modo en que enfrentan este tiempo tan complejo. Salir, al menos por un rato de la lógica del aprendizaje puesto afuera, en todo aquello que se puede consumir: múltiples plataformas con información, guía de museos, talleres, cursos y charlas gratuitas, etc. que finalmente pueden trasnformarse en una dificultad para lograr conexión con lo interno, lo cotidiano, con la posibilidad de explorar aquello que está disponible en nuestras vidas y que no depende necesariamente de un computador y una banda ancha, muy ancha. Son tiempos difíciles, que requieren para ser enfrentados disminuir la exigencia lo más que se pueda… solo, dejar pasar la ola.
¿Qué ocurrirá entonces?.. depende de lo que aprendamos de estos tiempos. De si esta experiencia la dejamos simplemente como una anécdota más o menos difícil para cada uno o la convertimos en una inspiración para que elijamos el modo en que queremos seguir viviendo. La vida traerá a las familias y a nuestros niños y niñas otros estreses y tal vez, en esos nuevos tiempos y esos nuevos momentos de tensión, recordemos que el espacio seguro es la piedra angular para el buen desarrollo y los buenos tratos.
Ps. M. Fernanda Araya
Ps. Claudia Cáceres Pérez
Unidad de Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias Ensambladas.
Instituto Chileno de Terapia Familiar.