Reflexionando sobre las nuevas exigencias que han enfrentado las parejas que han tenido que adaptarse a la cuarentena debido a la pandemia del Covid-19, surgen preguntas sobre cómo viven este proceso las “parejas puertas afuera”, aquellas parejas estables, pero que viven separadas.
¿Será más fácil, más complejo o más bien tendrá dificultades distintas la adaptación de estas parejas debido a que no han tenido que compartir una cuarentena bajo el mismo techo? Y ¿Cómo vivirán el estar separados físicamente por razones ajenas a su voluntad?
Se ha hablado más de las parejas que viven juntas, pero menos de las que no. Y nos surgen algunas reflexiones al respecto ¿Acaso los miembros de estas parejas no han tenido que verse enfrentados, también, a traer cada uno el trabajo a sus respectivas casas, acompañar a sus hijos -cuando los hay- en su educación y hacerse cargo de las labores del hogar? Sus rutinas, al igual que para todos, se alteraron radicalmente en un plazo de tiempo insuficiente para llevar a cabo los cambios necesarios para reorganizar sus vidas. Cada miembro de estas parejas también se ha visto expuesto a un ambiente de incertidumbre, ansiedad, temor, generando, muy probablemente, tensiones al interior de la pareja. A esto se suma la adaptación y los desafíos de la relación en sí misma en este nuevo e inesperado contexto.
Entonces, nos preguntamos si, teniendo las mismas dificultades las parejas “puertas afuera” respecto a las que viven en el mismo hogar, ¿Será más complejo o en qué será distinto su proceso adaptativo si se suma la variable de la obligada separación física?
A partir de la reflexión sobre estas preguntas distinguimos tres principales desafíos para las “parejas puertas afuera” durante la cuarentena.
1. La ausencia del cuerpo físico y el encuentro virtual.
¿Será más difícil vincularse para estas parejas por la falta de contacto físico? ¿Se puede mantener, o cómo se mantiene, una relación de pareja “sin cuerpo” presente? Y ¿Será distinta esta experiencia de la separación física en este contexto de emergencia sanitaria respecto a otros, como, por ejemplo, relaciones a distancia por motivos geográficos? ¿Lo que ocurre en la intimidad física podrá ocurrir en mayor o menor medida, también, en el espacio virtual?
Si bien la intimidad tiene distintas dimensiones y espacios en que ocurre, lo que más fácilmente se asocia a ésta son actividades que se realizan con cuerpo presente; conversar, cocinar, ver una película o bailar juntos, y también contactarse físicamente con caricias, besos y con el encuentro sexual.
La nueva condición de distancia física puede permitir a las parejas “puertas afuera” desarrollar su creatividad y abrirse a la posibilidad de realizar estas mismas actividades juntos, pero a distancia. El uso de las llamadas telefónicas y, especialmente de las plataformas digitales surgen como las alternativas de medios para ‘encontrarse’.
“Lo virtual”, para la mayoría, no logra reemplazar la experiencia con cuerpo presente, pero permite mantener un espacio de encuentro, que, no por ser distinto y/o insuficiente, deja de otorgar importantes satisfacciones. Hay algo en lo virtual, según señalan algunas personas, que, existiendo las condiciones y disposición necesarias, permite un acercamiento incluso ‘más conectado’ entre ambos. En este sentido, se podría pensar en una nueva -para muchos no tan nueva-, forma de intimidad, “la intimidad virtual”. Lo que hoy cambia es que lo virtual es el único espacio posible para la intimidad.
La intimidad virtual, así como también la intimidad con el cuerpo presente, requiere de una inversión de tiempo y de buscar un lugar físico, mental y emocional para desarrollarla. En el caso de las “parejas puertas afuera”, es importante que reserven espacios y tiempos para conectarse virtualmente, intentando que no se haga una tediosa rutina, tratando de dar cabida tanto a compartir momentos de placer, como a conversaciones sobre dificultades, temores y ansiedades de cada uno.
Sin embargo, generar los tipos de encuentros señalados no siempre es fácil, ya que muchas veces los integrantes de la pareja viven con otras personas (amigos, familia, hijos, etc.) por lo que puede costar encontrar un momento y un espacio físico con la privacidad necesaria para conversaciones románticas o para practicar distintas formas de actividad sexual (sexting; conversaciones eróticas, masturbación simultánea, etc.), así como todo tipo de conversaciones y actividades compartidas. Entonces, resulta nuevamente necesario utilizar la creatividad. Muchas personas se encierran en el baño, en la sala de reuniones del edificio donde habitan o en el auto en el estacionamiento.
2. Acomodar las formas de cuidado de la relación en el nuevo contexto.
Muchos de los miembros de estas parejas se ven enfrentados al teletrabajo, al estrés por la pérdida -o la amenaza de pérdida- del trabajo y/o a la reducción de sus ingresos, a los temores por la propia salud y de los seres queridos, especialmente si algunos son adultos mayores, a acompañar a sus hijos -cuando los hay- en su educación y a hacerse cargo de las labores del hogar.
En el nuevo escenario, cuidar la relación y el clima emocional en la pareja se hace más complejo. Una herramienta de cuidado para ese espacio emocional virtual es ser muy claros en explicitar al otro el estado anímico en que se está en el momento, porque la virtualidad hace que se pierdan ciertas señales y parte del lenguaje no verbal, lo que facilita los malos entendidos. Es necesario que la pareja en conjunto pueda dilucidar en qué momentos necesitan espacios de conversación de distintos temas, como, por ejemplo, cuándo es que necesitan hablar de los temas difíciles. También poder identificar y comunicar cuándo necesitan sentirse más cerca y cuándo necesitan tomar un poco de distancia, o cuándo simplemente quieren compartir juntos espacios de distracción y de humor. Para esto, una herramienta muy útil es fijar citas temáticas, como una forma de complementar aquellas más espontáneas.
Citando a Luis Tapia-Villanueva y María Elisa Molina (2014), la intimidad emocional requiere de un ambiente seguro y de confianza donde el Sí Mismo de cada miembro de la pareja sea
aceptado como legítimo, permitiendo la aparición de sus sentimientos y fragilidades. El proceso de construir esta intimidad suele no ser fácil para las parejas, entonces, pensamos que crear y cuidar de ese espacio puede ser mucho más difícil cuando el encuentro no es físico, sino virtual.
3. Funcionamiento en “modo de sobrevivencia”.
No podemos olvidar que estamos en una situación de emergencia mundial y nacional, que nos puede hacer funcionar en un modo que podríamos llamar “de sobrevivencia”. Hoy se activan las reacciones de alarma en cada uno, la necesidad de tramitar nuestras emociones difíciles ante este contexto de incertidumbre, temor y de gran estrés, así como de gestionar abastecimiento, finanzas, conductas de cuidado sanitario y un sin fin de coordinaciones a la vez.
En momentos de crisis colectiva y/o individual, es cuando más se activan nuestros mecanismos de defensa como reacción ‘adaptativa’ a dichas crisis. Y es en las relaciones más cercanas, especialmente en las de pareja, donde aparecen de forma más intensa o extrema.
Cada miembro de la relación hace uso de las propias herramientas que ha aprendido a lo largo de su vida para adaptarse y ‘sobrevivir’ emocionalmente a las crisis, protegiéndose, con ellas, de temores, dolores y del sufrimiento en general.
Los mecanismos defensivos que se despliegan pueden ser muy diferentes según la historia personal de cada quién, y también con relación al contexto actual. Algunos se pueden desconectar de las emociones difíciles, otros tienden a actuar de modos que pudieran parecer irracionales o infantiles, otros pueden mostrarse más fríos y distantes, o todo lo contrario, algunos pueden estar más sensibles y necesitados del otro.
La manifestación en cada miembro de la pareja de sus particulares mecanismos de defensa puede conducir a un impasse en la relación, el que es vivido con mucha intensidad emocional, ya sea de rabia, temor o dolor, por parte de ambos, con la sensación de no poder avanzar en la resolución de este estancamiento. Pueden surgir ideas respecto al otro, como, por ejemplo, que el otro no lo ama, no lo cuida, no lo tolera como antes o lo agrede, lo maltrata, lo critica, entre otras. Estas atribuciones llevan a que cada miembro de la pareja tienda a reaccionar ante el otro de un modo que suele conectar a cada uno nuevamente con sus fragilidades, generando una pauta de la que les cuesta mucho salir.
En este sentido, es muy importante, primero, identificar si es que como pareja se está funcionando en este modo y cuáles son los mecanismos que cada uno está desplegando, haciéndose conscientes de las emociones y acciones que van surgiendo en cada uno y en la relación. En la medida que cada uno identifica su responsabilidad en el conflicto y se conecta con el amor al otro, es más fácil buscar cómo cuidar a ese otro y a la relación.
En segundo lugar, no hay que olvidar que los impasses pueden resolverse, a veces aceptando los desacuerdos, manteniendo la flexibilidad y siendo compasivos con nosotros mismos y con el otro, pues ambos sufrimos durante estas crisis. No hay que perder la perspectiva de que esta situación es transitoria, muy cargada de tensiones y angustias y que todo puede volver a la calma.
Por último, cuando las parejas se encuentran con este tipo de dificultades, sobrepasadas por la situación, es recomendable y beneficioso poder tener un apoyo profesional.
Instituto Chileno de Terapia Familiar
Unidad de Terapia de Pareja Relacional en Múltiples Niveles
- María Alejandra Escala Z.
- Christiane Krämer K.
- Gabriela Valls B.
- Patricia González E.
- Paulina Pemjean C.
- Daniela Vío G.