Que busca la pronta recuperación frente a estos procesos, ojalá sin hablarlos para no generar más dolor en el otro. Quedando las familias sin un soporte social que permita la expresión de los sentimientos asociados al duelo y que permita compartir la experiencia de la muerte, una vez que han pasado los rituales funerarios. Siendo que el proceso de duelo se prolonga por un tiempo bastante mayor.
2.- Porque permite acompañarse.
Suele existir un mito respecto de compartir los sentimientos dolorosos, como si expresarlos pudiera contagiar al otro de algo desagradable, que es mejor evitar sentir. Sin embargo, el alivio de vivir la pena con alguien lejos de contagiar, permite mirar que a todos les está pasando y que compartirlo en un espacio protegido y acotado como es el espacio de la Terapia Familiar finalmente alivia.
3.- Porque la consulta a Terapia específicamente por Duelo es poco frecuente.
Si bien existe acuerdo en que es beneficioso para las familias la terapia ante situaciones de pérdida, generalmente la consulta surge con posterioridad por síntomas que por sí mismos no dan cuenta de un proceso de duelo no elaborado, pero que pueden estar vinculados. Síntomas generales tales como, retraimiento, problemas de conducta o de rendimiento escolar en alguno de los hijos, desmotivación, irritabilidad, sintomatología depresiva en alguno de los adultos, etc. Un proceso de Terapia Familiar permite elaborar la pérdida y comprender sus manifestaciones individuales y familiares, disminuyendo con esto el sufrimiento, cuando éste es compartido e integrado colectivamente en la familia. Independientemente del tiempo transcurrido desde la pérdida, un proceso de duelo puede generar estancamiento emocional de la familia en torno al dolor y sus manifestaciones o síntomas, lo que amerita de un proceso de terapia para su elaboración.
4.- Porque les pasó a todos: es la misma pérdida, pero son distintos duelos.
Cada miembro de la familia tenía una relación particular y propia con la persona perdida. Todos perdieron a un miembro de la familia, pero para cada uno representaba algo distinto. Asimismo, las familias que experimentan duelos, ante el temor sobre qué hacer con la angustia y los estados emocionales de sus miembros, pueden evitar o limitar las conversaciones de este tema entre sus integrantes. La posibilidad de compartir las distintas emociones, así como mirar las diferencias que aparecen en los distintos miembros de la familia, facilita la elaboración colectiva del duelo.
5.- Porque permite normalizar la experiencia.
La literatura define el duelo y las etapas por las que debieran pasar las personas, sin embargo, cada experiencia es única. Al interior de la familia, se van experimentando las distintas reacciones ante la pérdida en tiempos distintos, con intensidades distintas. El proceso de duelo no es un proceso lineal, esto hace que muchas veces las personas queden con la sensación de estar retrocediendo, cuando por ejemplo en un aniversario, vuelven a sentir como si la pérdida hubiese sucedido recién.
6.- Porque existen pérdidas que puedes ser procesadas individual y colectivamente sin necesidad de terapia y otras que si lo requerirán.
Estas últimas son aquellas que podemos calificar de traumáticas, imprimen una sensación de quiebre irremediable que requiere apoyo terapéutico en la búsqueda de otorgarle algún sentido a la experiencia de muerte, que permita continuar con la vida.
7.- Porque el terapeuta está capacitado para acompañar el sufrimiento del sistema familiar y durante el proceso terapéutico, transmitir la tranquilidad y la esperanza de que en algún momento aparecerá la sensación de estar saliendo de la profundidad del dolor.
8.- Porque culturalmente puede existir apoyo para el dolor asociado a una pérdida, sin embargo, emergen otras emociones, además del dolor, difíciles de acompañar tales como la culpa, la rabia y la desesperanza
La culpa es una de las emociones difíciles de manejar en los casos de pérdida, sobre todo en la pérdida por muerte. Puede aparecer la culpa de sobrevivencia “porque él o ella y no yo”; la culpa de no haberlo podido evitar “si hubiera estado ahí”, “si lo hubiera llamado ese día”. Esta culpa es particularmente difícil de manejar en el caso de la pérdida de un hijo.
La desesperanza, que surge ante la sensación de que no existe consuelo frente a tanto dolor, con la sensación de que es un dolor que no cesa, puede llevar al deseo de no querer seguir viviendo. Situación que requiere apoyo terapéutico.
Surge la rabia frente al quiebre que representa la muerte o la pérdida, dejando proyectos inconclusos que incluían a quien ya no está, rabia por la sensación de abandono. Esta emoción no es tan validada socialmente y tampoco socialmente sabemos qué hacer con ella, por eso el espacio terapéutico puede ser un espacio contenido para expresarla.
El dolor es el sentimiento socialmente más aceptado, sin embargo, las personas que han vivido una pérdida, muchas veces no saben qué hacer don el dolor, cuánto tiempo durará y si va a terminar en algún momento. El espacio terapéutico permite ayudar a las familias a darle un sentido a ese dolor, permitiendo que ocupe un espacio legítimo en la psique humana, más que intentar eliminarlo.
9.- Porque en ocasiones aparece el duelo de manera fragmentada apareciendo las distintas emociones repartidas en distintos miembros del sistema familiar, siendo por ejemplo un miembro el representante del dolor, manifestando constantemente sólo su pena, otro de la negación, no queriendo hablar del tema, otro la rabia, etc. La fragmentación estaría entonces en la dificultad de los miembros para experimentar la totalidad de las emociones propias de un proceso de duelo.
10.- Porque se puede crecer desde el dolor.
Compartir en un espacio protegido como es la terapia, una experiencia tan dolorosa, permite redefinir la identidad personal y familiar, hacia una nueva identidad que ya no incluye a la persona perdida pero que la integra en una nueva dimensión, permitiendo experimentar la oportunidad de crecer a partir de un proceso de duelo.
Marcela Flores Pascual
Psicóloga Clínica – Docente y Supervisora IChTF
1 Comentario
Anónimo Octubre 23, 2019
Muy buen aporte esta columna. Me ayuda a mirar más claramente los procesos en que las pérdidas son difíciles de nombrar y contar.