“.. Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombr
– Qué hay que hacer? – dijo el principito.
– Hay que ser
Al día siguiente el principito regresó.
– Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio
-¿ Qué es un rito ? – dijo el principito.
Yo no había pensado antes que el zorro sabía de apego…sabía que éste se construía de a poco, lentamente, que hay que ser paciente…probablemente entendía también que el exceso de ansiedad o confundir este proceso con una experiencia educativa no produciría cercanía. Que para el buen apego, para domesticar a otro, el lenguaje podría llegar a ser un obstáculo.
El zorro no necesitó de un terapeuta para domesticar al Principito, pero hay a quienes aún queriendo , esto les resulta trabajoso y no lo logran si no es con ayuda. Entonces aparecemos nosotros, los terapeutas familiares, para traducir a los padres de un modo que a ellos les resulte entendible lo que están sintiendo sus hijos y así, favorecer la conexión entre ellos. ¿puedes decirle a tu mamá qué se siente cuando Jesse hace esto?…”ella siente que a Ud. ella no le importa. A Ud. le puede importar, pero ella no lo siente”…”Ud. puede ayudarla a ver que ella a Ud. le importa”
¿qué le dicen los monstruos de Jesse a sus padres?. Así, de a poco, en el espacio terapéutico los padres van conociendo a sus hijos y los niños van pudiendo decir lo que necesitan directamente, hasta que pueden hacerlo sin necesidad de la traducción del terapeuta…”Es positivo que ella pueda ser directa con Ud.”. Padres e hijos, domesticándose…juntos.
…..Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te mira
Buen día – dijo el zorro.
– Buen día – respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie.- Estoy aquí – dijo la voz –, bajo el manzano…
– Soy un zorro – dijo el zorro.
– Ven a jugar conmigo – le propuso el principito. – Estoy tan triste…- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado
¿Por qué el zorro pensaba que era primero estar domesticado y
Hoy quisimos iniciar este taller jugando, porque si somos capaces de jugar, podemos convertir el espacio terapéutico en un espacio creativo del que surjan las conexiones emocionales que en la racionalidad del mundo adulto, se intelectualizan y que pueden dejar fuera a un niño de dos años
Marionetas, títeres, animales, dibujos, varitas, rimas, canciones, cuentos, cajas de arena…y todo aquello que surja creativamente en el encuentro con las familias para crear una experiencia de encuentro y comprensión….para domesticarnos.”
Apertura al taller de Martha Edwards “El genograma en el trabajo en terapia familiar con niños”, realizada por Claudia Cáceres.