El lanzamiento de una nueva versión del Curso de Especialización en Supervisión del IChTF para 2011 me permite compartir la experiencia como participante en el Taller de Supervisión para supervisores en entrenamiento, que se encuentra entre las que más me han aportado para mi crecimiento profesional y personal. Me ha permitido –desde una mirada recursiva más- comprender que el proceso formativo evoluciona: lo que comenzó hace años durante el Postítulo de Terapia Familiar, con el aprendizaje experiencial de que somos “observadores-partes-de-lo-observado” en todo encuentro con familias consultantes, hoy se plasma en el quehacer de la supervisión sistémica: he internalizado el hecho de que la persona, terapeuta y supervisora que soy, participa y se actualiza en cada encuentro intersubjetivo, tanto con el sistema supervisado como con el consultante.
SELLO ICHTF He tenido el privilegio de participar en un Taller con el sello inconfundible del Instituto, que favorece miradas profundas y promueve tanto el compromiso personal como el quehacer ético y respetuoso hacia quienes consultan. Un sello que ha estado presente a lo largo de mi formación como Terapeuta Familiar, como Diplomada en niños y adolescentes y ahora como supervisora en el IChTF que incluye la exigencia cuidadosa por parte de los supervisores a cargo (esta vez meta supervisores), la entrega generosa de conocimientos, miradas y estrategias de intervención; el sello del humor, las risas y también las lágrimas compartidas; de la solidaridad, cariño e incluso amistad entre compañeras/os de formación (¡en este grupo somos nueve mujeres y cada una ha sido un gran descubrimiento!). Sólo en este clima es que se puede mirar con valentía cómo nuestras historias de vida y de vínculos tempranos requieren de nuestra consideración permanente y están presentes al momento de “acompañar” y de “acompañar a acompañar” a otros; sólo de esta manera se hace posible abrir el alma para estar conscientes de nuestras resonancias, nudos ciegos, empatías o quiebres de ésta.
CALIDAD DE LOS SUPERVISORES Hemos tenido el privilegio de contar con supervisores de excelencia en lo profesional y de gran calidad humana (Eduardo Nicholls y Cecilia Jara en 1er. año; Eduardo Carrasco y Margarita Díaz en 2do. año), que nos han acompañado progresivamente a ir comprendiendo lo que ocurre y lo que se juega en cada supervisión, desde el modelo sistémico. La tarea principal ha sido instarnos a incorporar nuestra subjetividad en el proceso de supervisión, a incluir tanto nuestra identidad de supervisor/a, como la del supervisado en la comprensión de ésta. Han sido guías, acompañantes y -como ellos mismos nos han comentado- cuidadores de que en todo momento “el grupo se sienta en un lugar seguro”.
IMPORTANCIA DEL GRUPO Durante mi participación en este Taller, he “vuelto a aprender” que este modelo considera al grupo como aspecto esencial para la formación. Desde el enfoque intersubjetivo, como nuestros supervisores han insistido, se enfatiza que es sólo desde la interacción continua que se genera la subjetividad (espacio terapéutico, proceso grupal, supervisión) y que son las relaciones las que crean significados necesarios para el trabajo con otros sistemas humanos. Así, una vez que se ha generado el clima de intimidad, profundidad, complicidad y confidencialidad necesarios, el grupo de trabajo emerge y actúa como sostén y, a la vez, impulsor de las dinámicas que allí se generan; permite que queden regulados tanto el nivel de exposición como el de intensidad con que se trabajará y que emerja la emocionalidad necesaria como para que se haga posible acompañar a su vez los dolores de quienes nos consultan. Se establece una relación de “mutualidad asimétrica” entre supervisores y supervisados: somos parte del mismo grupo, pero son ellos quienes asumen la responsabilidad final del cuidado y guía. Así, el grupo es capaz de contener, regular, avanzar o retraerse si es necesario, en dinámicas que son isomórficas y están en relación recursiva entre lo que ocurre en la familia y en la terapia.
CONCLUSIÓN Estamos a dos meses de concluir nuestro trabajo de dos años; si miro hacia atrás, admito que me generaba ansiedad y algo de temor dar este nuevo salto en mi formación, que se fue disipando precisamente gracias a un buen grupo de trabajo. Hoy ha crecido mi convicción de que este Instituto es un gran lugar para quienes estén pensando en formarse en el área de la terapia sistémica.
Ps. Alejandra Aspillaga Vergara
Terapeuta Familiar y de Parejas
Instituto Chileno de Terapia Familiar